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Para leer la apropiación digital

Introducción

Delia Crovi Druetta

A menudo se emplea el concepto “apropiación” vinculándolo a las tecnologías o al paradigma digital, pero sin problematizarlo o definirlo. Es por ello por lo que, frecuentemente, se lo asimila a la propiedad personal, es decir, a la acción de tomar para sí un objeto o recurso, de poseer y ser dueño de un bien tecnológico considerando sólo su dimensión material. No obstante, la incorporación de las innovaciones digitales a la vida de los ciudadanos pasa por un proceso más complejo que, desde mi perspectiva, puede segmentarse en tres etapas: acceso, uso y apropiación.

El acceso es, tal vez, la etapa más ampliamente estudiada debido a que se vincula con las políticas públicas nacionales e internacionales sobre digitalización. Estos lineamientos indican la capacidad técnica y económica de los países para materializar en sus territorios la arquitectura o diseño que llevará a los usuarios las redes y señales necesarias para su digitalización. En este proceso interesan tanto la geografía física como la social, ya que de esas características dependerá la complejidad de las tareas necesarias para digitalizar a un mayor número de habitantes y con la mayor calidad posible.

La arquitectura del acceso es la base material que facilita, o no, a los individuos el primer segmento de este flujo de tres etapas, el cual les permitirá formar parte de la cultura digital o, en su caso, quedar excluidos de ella. Que haya o no acceso ha dado origen al señalamiento de un tema bastante, pero no suficientemente, estudiado: las brechas digitales. Con el correr de los tiempos digitales estas brechas han presentado diferentes aspectos que deben ser parte constitutiva de su análisis: dimensiones tecnológica y cognoscitiva, generaciones de tecnologías, capacidad económica para pagar el acceso; género, lugar de residencia y nivel educativo de los usuarios, entre otros factores.

A finales del siglo xx se propusieron los conceptos de “sociedad de la información” y “sociedad del conocimiento”, los cuales, reuniendo ambas ideas, dieron paso al concepto de “sociedad de la información y del conocimiento” (SIC). Esta propuesta dio al acceso una valoración muy positiva debido a que, en la tríada antes mencionada, si no hay acceso es imposible pasar al uso y a la apropiación. Por ello, lograr el acceso universal o cobertura para toda la sociedad pasó a formar parte de las políticas públicas, de carácter global, constituyéndose en una de las condiciones necesarias para construir la SIC.

En este contexto y durante muchos lustros, el énfasis se puso en tener o no acceso y, por consiguiente, en superar la brecha digital, la cual primero fue entendida sólo en su dimensión tecnológica. Ello se sumó a una determinada visión de la investigación en ciencias sociales (colonizada por los métodos y perspectivas de las ciencias exactas, específicamente, la inmutabilidad de los datos matemáticos), lo que condujo a un conteo incesante del desarrollo del acceso. Entonces, se hizo prioritario responder preguntas como: ¿cuántas personas tienen Internet?, ¿cuántas usan teléfonos celulares, computadoras, tabletas, laptop, teléfonos inteligentes, etcétera? Tal vez por requerir un análisis más complejo o tal vez por la falta de enfoque en las prácticas sociales, a las reflexiones acerca de las dos etapas restantes se les quitó importancia.

Conviene, de todos modos, definir lo que entiendo por uso para luego pasar a discutir más ampliamente el concepto de apropiación. El término “uso” está ligado a rutina, automatismo, costumbre, hábito e incluso inercia. En el caso de las tecnologías digitales agrego, además, exploración, sondeo y curiosidad. La etapa de uso se caracteriza por los ensayos que realizan los individuos que están ingresando al mundo digital. Mediante su curiosidad, tanteos y sobre todo repetición establecen rutinas para el uso de los aparatos tecnológicos que a fuerza de esa reiteración se automatizan creando hábitos de uso. Esta búsqueda permite ir dominando al aparato que el usuario está incorporando a su vida, aunque con niveles muy diferentes según su entorno e historia de vida personal y social.

El estudio de estas rutinas ha abarcado también importantes esfuerzos, ya que de algún modo el desarrollo, valoración y tipología de las habilidades digitales aplicadas a cualquier actividad social están vinculadas a los hábitos de uso. Identificarlos puede ser el punto de inicio para desarrollar posteriores tutoriales, aplicaciones o software; para mejorar la experiencia o para reconocer una apreciación personal de esas estrategias.

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