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Libro Info

  • ISBN: 978-607-834-632-5 

  • Editorial: Tintable 

  • Colección: Ojo al gato 

  • Tamaño: 21.5 x 21.5 cm 

  • Páginas: 240 

  • Papel: Bond 

  • Forros: Laminados, con barniz UV y perforaciones 

  • Encuadernado: Rústico con solapas 

Avióncasa

Miguel Castro Leñero

Este libro reúne y presenta la obra de uno de los más importantes artistas visuales mexicanos de la actualidad, desde obra de caballete o en papel hasta escultura correspondiente a un periodo de diez años, que no había sido recogido en ningún libro anterior. 

Más que un catálogo tradicional, el libro recupera muchos de los procesos creativos y productivos de esta etapa y describe los recorridos a pie, entre la casa y el taller del artista, en los que Miguel se encuentra y documenta hallazgos en forma de imágenes, pictogramas y escenas urbanas, las cuales transforma en su estudio en obras de arte. Para ello, en el libro se intercalan las snapshots callejeras con las obras. También, se insertan imágenes en papel albanene que ayudan a comprender el proceso que realiza Castro Leñero con acetatos para “armar” sus obras. 

Al libro, fundamentalmente visual, lo completan textos de Juan Iván Gonzáles de León y de Jaime Moreno Villarreal, así como una entrevista que le realzó Leonel Sagahón al artista. Estos textos también se incluyen traducidos al inglés. 

Se trata de un libro relevante en la trayectoria del artista, así como atractivo para los coleccionistas, interesados en el arte contemporáneo y actual e incluso para jóvenes artistas, profesores y estudiantes de las artes plásticas. 

Avióncasa

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El mundo traspuesto en la pintura de Miguel Castro Leñero

“La literatura está construida en la frontera entre el yo y el mundo, y es durante el acto creativo cuando esta línea limítrofe se difumina, se torna permeable y permite que el mundo fluya en el artista y que éste fluya en el mundo”.

Salman Rushdie

 

 

I. Sobre la mirada

Miguel Castro mira el entorno —en un recorrido urbano esencialmente— y, al hacerlo, lo reinterpreta. Uno de sus intereses fundamentales es la representación, la capacidad inherente que posee el ser humano de representar, de representarnos. En la representación del mundo visto por él, procura la construcción de un lenguaje personal, uno en el que literalmente acuña sus propios símbolos. Dice: “Yo tengo que construir una imagen que sea simbólica y que represente lo que quiero que sea”. Aquí me llama la atención la certidumbre y la convicción que expresa en esta búsqueda. ¡Menuda tarea la suya!

 

Miguel tiene un ojo avizor: (del fr. aviseur que significa “vigilante”) este término proviene del ámbito militar y describía la misión que cumplía el centinela de estar alerta y vigilante. Parte de su oficio como artista es ser un ojo avizor con el que descubre/encuentra en el mundo objetos desprovistos de cargas intencionadas; él se ha propuesto retomarlos para cargarlos de otro sentido. Es un recolector que se apropia de las imágenes; en sus propias palabras, es un recopilador, un compilador.

 

En cuanto a intención, está ahí, dijimos, su interés de construir un lenguaje propio a partir de acuñar sus símbolos. Y creo, que en ese mismo nivel de importancia, Miguel es un artista que evidencia la naturaleza de la materia (y con esto me refiero a permitir que el material diga, que contribuya al decir y al cómo decir); ya sea que la materia provenga de los recursos muy diversos y considerados tradicionales de la pintura o de la escultura (óleo, acrílico, tinta, grafito, acuarela, crayón, bronce, etc.) o de recursos tecnológicos (como los digitales que actualmente utiliza, por ejemplo, la vectorización), contribuyen de manera muy importante a la construcción de este hecho visual: el nuevo símbolo que propone está articulado en un medio, no solo sobrepuesto en la imagen. Y, a pesar de la preponderancia de la materia, de la coexistencia con mucha textura, hay una sobriedad en cuanto al uso de elementos formales.

 

Una segunda acepción de Miguel sobre la materia es considerarla un repertorio de imágenes. Para él es muy relevante el conocimiento del material —entendido no solo como medio, sino como el conjunto de imágenes encontradas, que son su capital— y cómo esa comprensión puede hacer mucho más trascendente el trabajo.

 

 

II. Procesos y tiempos

 

Me interesa mucho cuando Miguel habla de que hay cosas que le gustaría hacer, pero no sabe cómo: tiene imágenes fugaces y entiende que muchas de esas cosas se van desarrollando con el tiempo, dejándolas madurar, y eso me resulta un alivio. Y es que veo en el mundo de los artistas con mucha frecuencia tanta certeza que resulta intimidante; artistas que hablan con tanto aplomo de su trabajo y de sus procesos, que hacen que la especulación o la falta de control parezca incapacidad o falta de conocimiento. Hay en él un reconocimiento de que los procesos requieren tiempo, paciencia para aterrizarse.

 

La belleza es una noción que Miguel menciona con frecuencia no solo pensando en el resultado del trabajo, como podría ser en el arte o el diseño, sino en el recorrido de su mirada sobre el entorno cuando mira, observa o escudriña con curiosidad. No todo es interesante para él, no todo fue pensado para ser bello, pero puede, a fin de cuentas, abonar para algo que resulte sorprendente. Otra gran motivación del artista es la construcción de imágenes que contengan cargas poéticas.

 

En un mundo como el actual, asediado por la productividad y la eficiencia, la tentación de tomar atajos es real y muy cercana. La inteligencia artificial, por ejemplo, representa la simplificación del esfuerzo intelectual, manual, sensible, creativo, etc., y en ese entorno, dedicarse al arte y a ser artista, es no solo una resistencia, es rebeldía.

 

Avióncasa nos ofrece asomarnos a la mirada y al recorrido de Miguel Castro, ¡enhorabuena!

 

 

Claudia Gallegos

Ciudad de México, marzo, 2025

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